miércoles, 17 de noviembre de 2010

Nublado.

Me encanta decir "la hora del té", es mejor que decir "la hora de comida" o "cenar" o "tomar once". Decir "tomar el té" me recuerda a campo, a pasto con flores, a siesta sobre éste en una tarde de sol. Leer el libro que en ese minuto sea mi obsesión y reirme de cualquier tontera como pendeja que le faltan los dientecitos.
Hace días que ya no tomo el té. Hace tiempo que dejé de leer libros. Mi edificio no tiene patio, ni siquiera tengo balcón.