jueves, 20 de octubre de 2011

Milhojas.

No tenía mucha plata. Compré dos. Pensé en 3 pero finalmente lo necesario eran 2. No los saqué de su envoltorio. 3 horas después me doy cuenta que siguen donde los dejé cuando llegué. Abro el envase, el chocolate y el manjar se derriten, me mancho los dados, saco uno, mastico, saboreo, lo termino.
Cuando llegué tenía sueño, 3 horas después me volvió el insomnio y por lo visto me dormiré con la panza llena de un milhojas.
Quedó 1, ahí , ignorado, solo, frágil y pegoteado.
No sé en que minuto se empezó a enlodar todo, a confundirse las ganas, el respeto, la dedicación y el afecto. Tal vez fueron muchas hojitas, mucho dulce, mucho manjar.
Las vivencias se deslizan crocantes y chocan y entre paredes y dulce, caen miguitas, caen lagrimas y el pastel se rompe y las emociones de fragmentan... y mastico y trago.
Y mastico la rabia, la desilusión y me trago el llanto.